Entrada al cementerio de Ojós
A lo largo de su existencia, la localidad de Ojós (antiguamente Oxox)
dispuso de varios cementerios, de algunos de los cuales nos han llegado
noticias documentadas. Antes de la conversión al cristianismo, los vecinos
también contarían con al menos un lugar de enterramiento, que debía estar fuera
o muy cerca de la mezquita. Sabemos que en otros lugares disponían de varios
lugares para enterar a sus muertos.
Cuando en 1501 se produjo el bautizo general, la situación cambió un
poco, pues los vecinos querían enterrar a sus deudos dentro de la iglesia, lo
más cercano posible al altar mayor. Y no decimos del sagrario, ya que por
entonces el santísimo se conservaba en Ricote.
Como el edificio de la mezquita fue habilitado como iglesia católica,
y estaba en muy malas condiciones de conservación, pronto hubo que derribarlo y
hacer una iglesia nueva de San Felipe y Santiago.
Sería en este nuevo edificio donde se efectuaron los primeros
enterramientos, adquiriendo sepulturas en propiedad Juan de Ayala, Francisco Melgarejo, Pedro Gaspar, Peñalver, y Juan de
España. El resto recibía sepultura, bien en la iglesia o en el antiguo
cementerio.
Según las tres partes de la
Iglesia, un enterramiento en la capilla principal, valía 400 maravedís; 200 los
de la arcada primera, y 100 maravedís los de la puerta. Dichos enterramientos
quedaban en propiedad, pero cada vez que se abrían, los dueños pagarán 10
maravedís, y luego lo cubrirían de losa a su costa, sin que quedase desnivel
alguno. Los pobres de solemnidad se enterraban de gratis en el cementerio, en
tanto que los pudientes lo eran en la Iglesia.
En 1526 aún persistían algunas
costumbres moriscas, por lo que la Orden de Santiago, por medio de sus
visitadores, prohibió que en las bodas fuesen luego a bailar al cementerio, so pena
de un real. Asimismo, vetaron las ceremonias moriscas en los entierros, pues en
la Iglesia y cementerio armaban grandes llantos con algarabía. Y, añadieron,
que a los entierros no asistiesen familiares directos.
Cuando a principios del siglo XIX se produjeron grandes epidemias, se
instó a que los pueblos hiciesen cementerios apartados de la población, y que
los enterramientos dejasen de hacerse dentro de los templos.
En 1821 se construyó un nuevo camposanto, para cuyos gastos se pidió
ayuda a la Encomienda del Valle de Ricote. Disponiendo el comendador, el cinco
de junio de ese año, que se les ayudase con los 2/3 de su coste, aunque en
calidad de reintegro. Por el mes de septiembre ya debía estar terminado, pues
cuando el ocho de ese mes otorgó su primer testamento el presbítero don José
Garrido Marín, mandó que lo enterrasen en él.
Salvo la noticia tangencial que hacia 1845 nos da don Pascual Madoz en
su Diccionario Histórico Geográfico,
cuando dice que hay un cementerio que en nada perjudica a la salud
pública, no disponemos de más noticias hasta 1891.
Es en dicho año cuando se inaugura el cementerio actual, gracias a la
generosidad de los propios vecinos, dirigidos y alentados por don Evaristo
Molina Trigueros, Rector por entonces de la parroquia de San Agustín. Elegido el sitio y orientación para reunir el mayor
contingente de circunstancias higiénicas, todo se llevó a cabo bajo el estímulo
de actividad empleado por su director, que no dudó en sacrificar su descanso,
permaneciendo bajo la acción de los rayos solares la mayor parte del día y
animando a todos con tantos dichos como hechos; auxiliándole también las
autoridades locales del momento.
La tarde del 25 de julio de aquel
año, a las seis, los repiques de campanas anunciaron que un suceso
extraordinario se ofrecía a los moradores. Acudieron estos presurosos y pronto
cundió la noticia de que el rector de la parroquia se disponía a bendecir el
cementerio.
Reunidas
en la plaza las comisiones del ayuntamiento y juzgado municipal, y las personas
de mayor representación de las diversas clases sociales; dirigiose
procesionalmente la comitiva desde el templo parroquial al cementerio, donde se
bendijo el sagrado recinto.
La clausura del antiguo cementerio
tuvo lugar el 31 del citado mes de julio, y la inauguración del nuevo, el 1.º
de agosto siguiente.
Entre las cosas de interés
ocurridas en el actual camposanto, podemos recordar que durante el periodo de
guerra (1936-1939), enterados los vecinos de que sujetos de la izquierda de
Cieza venían a Ojós para hacer mal y daño, con la aquiescencia del alcalde
envolvieron en cartones las imágenes de la iglesia, incluidos los antiguos
patronos del siglo XVI, y las “enterraron” en el cementerio. Y aquí permanecieron
hasta que terminó la contienda.
Ojós, 28 de
octubre de 2019.
Luis
Lisón Hernández
Cronista
Oficial de Ojós