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lunes, 28 de octubre de 2019

Cementerio de Ojós. Notas históricas

Entrada al cementerio de Ojós

A lo largo de su existencia, la localidad de Ojós (antiguamente Oxox) dispuso de varios cementerios, de algunos de los cuales nos han llegado noticias documentadas. Antes de la conversión al cristianismo, los vecinos también contarían con al menos un lugar de enterramiento, que debía estar fuera o muy cerca de la mezquita. Sabemos que en otros lugares disponían de varios lugares para enterar a sus muertos.
Cuando en 1501 se produjo el bautizo general, la situación cambió un poco, pues los vecinos querían enterrar a sus deudos dentro de la iglesia, lo más cercano posible al altar mayor. Y no decimos del sagrario, ya que por entonces el santísimo se conservaba en Ricote.
Como el edificio de la mezquita fue habilitado como iglesia católica, y estaba en muy malas condiciones de conservación, pronto hubo que derribarlo y hacer una iglesia nueva de San Felipe y Santiago.
Sería en este nuevo edificio donde se efectuaron los primeros enterramientos, adquiriendo sepulturas en propiedad Juan de Ayala, Francisco Melgarejo, Pedro Gaspar, Peñalver, y Juan de España. El resto recibía sepultura, bien en la iglesia o en el antiguo cementerio.
Según las tres partes de la Iglesia, un enterramiento en la capilla principal, valía 400 maravedís; 200 los de la arcada primera, y 100 maravedís los de la puerta. Dichos enterramientos quedaban en propiedad, pero cada vez que se abrían, los dueños pagarán 10 maravedís, y luego lo cubrirían de losa a su costa, sin que quedase desnivel alguno. Los pobres de solemnidad se enterraban de gratis en el cementerio, en tanto que los pudientes lo eran en la Iglesia.
En 1526 aún persistían algunas costumbres moriscas, por lo que la Orden de Santiago, por medio de sus visitadores, prohibió que en las bodas fuesen luego a bailar al cementerio, so pena de un real. Asimismo, vetaron las ceremonias moriscas en los entierros, pues en la Iglesia y cementerio armaban grandes llantos con algarabía. Y, añadieron, que a los entierros no asistiesen familiares directos.
Cuando a principios del siglo XIX se produjeron grandes epidemias, se instó a que los pueblos hiciesen cementerios apartados de la población, y que los enterramientos dejasen de hacerse dentro de los templos.
En 1821 se construyó un nuevo camposanto, para cuyos gastos se pidió ayuda a la Encomienda del Valle de Ricote. Disponiendo el comendador, el cinco de junio de ese año, que se les ayudase con los 2/3 de su coste, aunque en calidad de reintegro. Por el mes de septiembre ya debía estar terminado, pues cuando el ocho de ese mes otorgó su primer testamento el presbítero don José Garrido Marín, mandó que lo enterrasen en él.
Salvo la noticia tangencial que hacia 1845 nos da don Pascual Madoz en su Diccionario Histórico Geográfico, cuando dice que hay un cementerio que en nada perjudica a la salud pública, no disponemos de más noticias hasta 1891.
Es en dicho año cuando se inaugura el cementerio actual, gracias a la generosidad de los propios vecinos, dirigidos y alentados por don Evaristo Molina Trigueros, Rector por entonces de la parroquia de San Agustín. Elegido el sitio y orientación para reunir el mayor contingente de circunstancias higiénicas, todo se llevó a cabo bajo el estímulo de actividad empleado por su director, que no dudó en sacrificar su descanso, permaneciendo bajo la acción de los rayos solares la mayor parte del día y animando a todos con tantos dichos como hechos; auxiliándole también las autoridades locales del momento.
La tarde del 25 de julio de aquel año, a las seis, los repiques de campanas anunciaron que un suceso extraordinario se ofrecía a los moradores. Acudieron estos presurosos y pronto cundió la noticia de que el rector de la parroquia se disponía a bendecir el cementerio.
      Reunidas en la plaza las comisiones del ayuntamiento y juzgado municipal, y las personas de mayor representación de las diversas clases sociales; dirigiose procesionalmente la comitiva desde el templo parroquial al cementerio, donde se bendijo el sagrado recinto.
La clausura del antiguo cementerio tuvo lugar el 31 del citado mes de julio, y la inauguración del nuevo, el 1.º de agosto siguiente.
Entre las cosas de interés ocurridas en el actual camposanto, podemos recordar que durante el periodo de guerra (1936-1939), enterados los vecinos de que sujetos de la izquierda de Cieza venían a Ojós para hacer mal y daño, con la aquiescencia del alcalde envolvieron en cartones las imágenes de la iglesia, incluidos los antiguos patronos del siglo XVI, y las “enterraron” en el cementerio. Y aquí permanecieron hasta que terminó la contienda.
Ojós, 28 de octubre de 2019.
Luis Lisón Hernández
Cronista Oficial de Ojós