Viaje a Palo Alto de Cati Cano y Joaquín Verdú
Este verano, que por cierto ya va de capa caída, nuestros vecinos Cati Cano y Joaquín Verdú aprovecharon sus vacaciones para visitar en Norteamérica a una de sus hijas, que allí reside con su esposo e hijo. Les pedí yo que a su vuelta me contasen algunas experiencias de este viaje, pues de anteriores ya me habían informado. De su escrito, me permito insertar aquí algunos párrafos, pues pienso que a muchos de mis lectores también les agradará su lectura.
Como sabes, en el mes de julio hemos viajado Joaquín y yo a EE. UU. El itinerario de nuestro viaje de ida fue Alicante-Madrid-Boston-San Francisco y el de vuelta San Francisco-Chicago-Madrid-Alicante. Durante estos vuelos, al ser de día, pude ver la grandeza y belleza de estas ciudades desde el aire y disfruté mucho observando el paisaje. Quedé impresionada, primero con Boston, y al regreso Chicago, con sus imponentes rascacielos y el gran Lago Michigan.
San Francisco es otra historia. Cuando tomaba tierra el avión, anochecía en la ciudad, y el espectáculo que vi, lo llamo “San Francisco de colores”; de colores por la belleza de su iluminación, y también por ser una ciudad multicultural.
Al ser mi nieto tan pequeño (apenas 2 años), no hemos podido hacer grandes excursiones por California; de todas formas ya conocimos este Estado de Norte a Sur en anteriores viajes. Por otro lado, mí yerno que, es médico, se ha trasladado a un nuevo hospital en Palo Alto y por lo tanto también han tenido que mudarse de casa. Nosotros, como puedes imaginar les hemos ayudado bastante, sobre todo a ocupándonos del nieto, por cierto, que la primera palabra que ha aprendido a decir en español, después de mamá es... ¡agua!
Palo Alto está en el llamado Silicon Valley, donde, entre otras, se encuentra la industria de ordenadores, así como las multinacionales Google y Yahoo. Allí se encuentra además, la prestigiosa Universidad de Stanford, que es muy bonita y posee un campus inmenso. En el frontispio de su iglesia rezan escritas en mosaico las virtudes teologales: “Fe, Esperanza y Caridad”.
El tiempo ha transcurrido entre San Francisco y Palo Alto (Palo Alto está en el área de la Bahía a unos 15 minutos de San Francisco). De San Francisco estaría hablándote horas y horas, pues si en mi primer viaje me pareció increíble, cada vez que vuelvo me gusta más. Es la ciudad mas europea de los EE. UU. y la que más me fascina, por encima de todas las ciudades de California, incluida Los Ángeles, que aún teniendo mucho glamour con los paseíllos por la alfombra roja y por vivir tantos famosos en Beverly Hills, El Rodeo, etc., la encuentro “decadente”; pienso que tuvo su años de gloria con la industria del cine, pero hoy solo queda la leyenda y las tiendas de souvenir en el paseo de La Fama. La mayoría de estudios cinematográficos se encuentra a las afueras de Los Ángeles, en el Valle de San Fernando, (llamado así porque allí está la “Misión de San Fernando Rey de España”).
Un día hicimos una excursión a la Bahía de la Media Luna, en Santa Cruz, muy cerca de San Francisco; lugar idílico junto al Océano Pacífico, y cerca de este lugar otra ciudad preciosa llamada Pacífica.
El “sueño” de Joaquín de “investigar” sobre el origen del Parque Nacional de San Onofre, no se pudo cumplir esta vez, porque no tuvimos tiempo para tomar un avión a San Diego y buscar documentos en sus bibliotecas.
En el archivo que te adjunto puedes “ver” un poco lo que yo vi en mi primer viaje a San Francisco, en 2002.
Después del viaje hemos estado en nuestra casa del campo de Monóvar, en contacto con la familia y la naturaleza, hasta el día 20 de Agosto.
Y nada más, ya estoy de vuelta en mi trabajo y muy contenta de estar en mi pequeño gran Alguazas, cerca de su Iglesia, despertando cada mañana con el sonido de las campanas y continuando esta vida si Dios así lo quiere.
“California por El Camino Real”
SAN FRANCISCO
De Oakland a San Francisco,
en un tren americano ligero,
viajaron mis ilusiones
de turista europeo,
y al llegar al Embarcadero,
frente a las torres de acero,
mis ojos de par en par, se abrieron.
Al instante me enamoré
de la populosa ciudad
de artistas y bohemios,
y al pie de las casas victorianas
empecé a rimar
mis franciscanos versos.
En la cima de mis sueños,
cercana a la Catedral de Gracia,
asomada a los balcones,
forjados con el arte de mi patria
podía contemplar mi lejana España.
Y vi unos gorriones ajenos
a la singular belleza
de los murales de Diego Rivera.
Chinatown vibraba en las colinas
con el bullicio de sus bazares;
en sus exóticas calles lucían
kimonos de seda, jade y perlas.
Y en medio de aquel crisol étnico
pasaba el tranvía de otros tiempos.
Desde el Fisherman’s Wharf,
entre las brumas y el viento,
divisaba Alcatraz a lo lejos.
Mientras, unos leones marinos
rugían hacinados en el puerto.
Atravesé la Puerta dorada
(paso de almas hacia el cielo)
y al otro lado del Golden Gate
aparecía deslumbrante
Sausalito y sus casas flotantes.
Varado en la arena de la Bahía
mi corazón soñaba despierto.
Aquel gélido día regresé a la estación
y en los colores de luces de neón
pude ver en San Francisco
las estrellas del firmamento.
Cati Cano Sarabia
Agosto 2002
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