Ahora que ya no te tengo, madre,
no puedo entender este desamparo mío
ni ese querer volver a la infancia
y no sé por qué en su solo día
ha llegado a
envejecer el alma mía.
Yo no sé, por qué siento angustia, madre,
y me estremezco de
frío y espanto,
y me duele tanto, tanto el corazón;
y por qué afloran lágrimas a mis ojos
como si fuera natural el llanto.
Yo no sé, por qué me pesan los años
y mis hombros ya no
soportan
ni la suave brisa del verano;
si a tu lado todo el peso del mundo
era tan dulce y liviano…
Yo no sé, por qué se fue contigo
la claridad del día
y por qué mi alma espera la noche
para soñarte en vano;
si en el cielo el sol sigue brillando
desde el cenit al ocaso.
Y no sé, por qué van mis pasos
hasta la morada donde reposas,
adonde van mis besos y mis rosas,
adonde te hablo de tantas cosas…
adonde creo que juntas rezamos tu rosario
y con eso,¡ madre mía!,
solo con eso,
encuentro consuelo a mi calvario.
Pub. por Katy Cano Sarabia, en Un río de amores.