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domingo, 2 de mayo de 2010

Viaje al Desierto de Las Palmas

Viaje al Desierto de Las Palmas, en Benicássim
Bodas de Oro sacerdotales de Fr. Pedro Cárceles Gálvez

La jornada vivida ayer en el convento de Carmelitas Descalzos sito en el Desierto de Las Palmas, a unos ocho kilómetros de Benicássim, fue inolvidable. Viajamos hasta aquel lugar con motivo de la celebración de las bodas de oro con el sacerdocio de 12 venerables PP. Carmelitas: José Luis Martí Roig, Manuel Conesa Martínez, José Antonio Gimeno Lamuela, José Antonio de Colsa Abreu, Vicente Planells Planells, Pedro Cárceles Gálvez, Pedro Jesús Milagros Calavia, Maximiliano Herráiz García, David Alva Pelechá, Sebastián Buedo Domingo y José Luis Pardo Arcas; aunque algunos de ellos no pudieron estar presentes.

Gracias a la eficaz gestión coordinadora de Telesfora Cárceles Sánchez, alrededor de las siete de la mañana del primero de mayo nos reunimos en el partido de Ermita del Rosario –junto al club Cordillera–, cerca de cuarenta familiares de uno de dichos frailes, el P. Pedro de Santa María Cárceles Gálvez –Provincial que fue de dicha Orden–, para emprender nuestra particular manifestación, que no era de carácter sindical ni reivindicativo, sino de afecto, amor y cariño a este familiar tan entrañable y querido. Pocos minutos después de la hora prevista, en un moderno autobús emprendimos la marcha hacia tierras castellonenses, en tanto que otros lo hacían en vehículos particulares, e incluso hubo quien se desplazó en tren desde Barcelona.

Tras una breve y necesaria parada en Fuente la Higuera, al llegar a las proximidades de Benicássim, y expertamente guiado el conductor por Juan Antonio Cárceles Gálvez, iniciamos los poco más de ocho kilómetros de ascenso hacia el Desierto de las Palmas, por una empinada y tortuosa carretera que nos fue descubriendo maravillosos paisajes de aquel parque natural, pese a que las nubes estaban a baja altura, y en algunos momentos la niebla hizo acto de presencia.

Sin ningún contratiempo, después de unas cuatro horas de viaje, arribamos a las inmediaciones del convento carmelita, donde aparte de los numerosos viajeros y excursionistas que habitualmente acuden a dichos parajes, se habían congregado para la ocasión diversos familiares de los otros religiosos que celebraban el 50º Aniversario de su Ordenación Sacerdotal.

Una vez allí nos dirigimos a pie hasta la iglesia conventual, que ya estaba casi llena de gente, que poco después se desparramó por las diversas estancias y jardines, así como por el museo, archivo y demás lugares de interés.

Nosotros quedamos allí para saludar, besar y abrazar a nuestro familiar y pariente, que recibió una gran sorpresa, pues no imaginaba la cantidad de familiares que le iban a acompañar en la celebración.

Ésta tuvo lugar a las 12:30, tras la procesión de entrada, con el templo completamente repleto de gente, desviviéndose la Comunidad carmelita por poder ubicar de la mejor manera posible a todos los congregados.

Finalizó la celebración de la Santa Misa con la lectura por parte de Josefina Cárceles Muñoz, de un texto escrito expresamente para la ocasión. Poco después, la expedición murciana marchó con fray Pedro a un restaurante próximo, donde estaba prevista la celebración del almuerzo y la entrega de diversos regalos. Se suele decir que para que un viaje sea bueno, también lo ha de ser la comida. Y en verdad que todos quedamos satisfechos del excelente menú que tuvimos el placer de degustar, en animada conversación y contemplando los bellos paisajes que tras las amplias cristaleras del local se divisaban.

A la hora de los postres le hicimos entrega de diversos objetos y agasajos, entre los cuales estaba una placa grabada con una dedicatoria acorde con la ocasión.

Él por su parte también nos entregó algunos obsequios, mientras se representaron ciertas parodias a cargo de una monja ocasional y de cierta gitana, quien cogiéndole la mano le leyó la buenaventura.

Fray Pedro tenía que decir misa esa tarde, por lo que no pudimos tenerle con nosotros todo el tiempo que hubiésemos deseado; pero la hora, poco más de las cinco de la tarde, y la fina y persistente lluvia que se había desencadenado, hicieron aconsejable el regreso a Murcia, dado que teníamos cuatro horas de viaje por delante. La precipitación nos acompañó durante la mayor parte del trayecto, cesando casi prácticamente al paso por la localidad alicantina de Orito.

Eran poco más de las nueve de la noche cuando regresamos al punto de partida, donde pudimos comprobar los perniciosos efectos de la tormenta que descargó sobre Murcia a media tarde, y de la cual ya teníamos conocimiento a través de algunas llamadas desde nuestra ciudad por teléfonos móviles.

Viaje pues estupendo, y del que guardaremos recuerdo imborrable, y del que nos ha quedado el deseo del volver, para conocer aquellos bellos parajes con más detenimiento, en la compañía de un día apacible y soleado.

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