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viernes, 6 de abril de 2007

La lluvia interrumpió "la Carrera"

La mañana de Viernes Santo se había presentado lluviosa, como ocurriera durante la noche, cuando una vez recogida la procesión del Silencio empezó a llover. Tal circunstancia obligó a suspender la salida, a la espera de lo que el tiempo aconsejase, pero con la ilusión puesta en las noticias que llegaban desde la capital, donde había salido la de los Salzillos.

A las 10, con hora y media de retraso, y pese a que el tiempo no aclaraba y caían algunas gotas de vez en cuando, la ilusión y las ganas por salir, después del esfuerzo de tenerlo todo a punto, sacó a la calle el paso del Señor del Pozo y la Samaritana, el cual, tras la llegada a la Plaza de la Iglesia de los componentes de la Tropa Romana ("los Armaos"), inició el cortejo por la antigua calle de la Condesa de la Vega del Pozo.

Uno a uno fueron saliendo los demás pasos y hermandades, acompañados por sus respectivas bandas de música o de tambores y cornetas, entre ellas las tres de la localidad y el piquete militar de gastadores que escoltaba a uno de los tronos. Al final, la presidencia, tanto religiosa como civil, formada esta última por concejalas de la Corporación municipal y un mando de la Brigada de Infantería Ligera Paracaidista “Almogávares VI” (BRIPAC). Ya es sabido que el Alcalde está afectado en una de sus rodillas.

Pero para entonces la llovizna ya era más persistente, y en breves minutos arreció, cada vez con mayor ímpetu. Salieron a relucir diversos plásticos que cubrieron las imágenes para protegerlas. Al salir a la calle Mayor, a la altura de la plaza del Dr. Sánchez Cañas, varias hermandades regresaron presurosas al punto de partida, y las restantes continuaron bajo la lluvia en dirección al Barrio del Carmen.

Aunque no pudieron progresar mucho pues la lluvia era intensa, y casi en desbandada la mayoría también retornaron al templo. No obstante, pese al contratiempo, la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con su imagen titular (obra de Bernabé Gil Riquelme), y escoltados por la Banda de Tambores y Cornetas de la Samaritana, lo hicieron dignamente, impertérritos, hasta el último momento.

En el salón de tronos, entre el desconsuelo general y lágrimas en numerosos rostros, fueron quitando los plásticos, y secando la humedad que las imágenes pudiesen tener. A la vez, los cofrades y público en general, se repartieron sin agobios los adornos florales.

Los comentarios que escuchamos eran para todos los gustos, desde los que lamentaban que se tomase la decisión de salir a la calle, hasta los más juiciosos que dejaban resuelta la cuestión, sometiéndose a los designios del Todopoderoso, pues por la misma razón podía no haber llovido durante toda la carrera.

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