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miércoles, 25 de agosto de 2010

Texto declamado por Apuleyo Soto


ROMANCE DEL CABALLERO
MIGUEL GALLEGO ZAPATA.


En esta noche de agosto
en que no duermen los grillos
ni duerme el cielo estrellado
ni los mortales dormimos…,
Miguel Gallego Zapata,
largo y ancho de apellidos,
quiere que yo les presente
a ustedes su último libro,
que “Las comunicaciones”
tiene por preciso título,
y lo voy a hacer, señores,
con el respeto debido,
pero también con la gracia
que Dios me dio, si es que atino.
Empecé romanceando
y continuaré asimismo
porque me salen del bolo
los encajes de versillos,
y más en esta ocasión
que nunca vieran los siglos,
según afirmó Cervantes
de otro acto igual de magnífico.
No sé cuántos comensales
celebráis con regocijo
como yo aquesta aventura
del anfitrión patricio,
mas es honor que me place
con vosotros compartirlo,
Cronistas de media Murcia
que sus pasos y los míos
por los Congresos de España
con pasión habéis seguido.
Es un gozo vernos juntos
despelotando mariscos,
hablando de nuestras cosas
y respirando el fresquito
de terciopelo de agosto,
augusto lento y divino
que reactiva la memoria
del tiempo, ladrón furtivo.
Aquí en Pozo Aledo estamos
los justos, los escogidos
por el Hermano Mayor
en edad, saber y brillo,
que hace de esta cena un cónclave
de rostros cardenalíceos.
¡Pozo Aledo! ¿Qué más pozo
de agua clara u oro líquido
que este varón de virtudes,
este patriarca bíblico,
este escritor de costumbres,
este canciller de estilo
al que llamamos Miguel
y estamos diciendo “nido”,
nido de Águila de Patmos,
nido de caudal pelícano,
nido de concordia y paz,
nido de amor y cariño,
ya que recoge y ampara
y lo da todo a sus hijos
y a una bandada de nietos
que andan pío, pío, pío?
Miguel es mucho Miguel,
Miguel es padre y es niño,
Miguel es pez y cordero
como un cristiano legítimo,
devoto de San Javier,
católico a machamartillo,
amante de…La Purísima,
adorador del Santísimo,
tesorero de la Iglesia
y hasta hoy día…monaguillo.
(¡Por favor, dadle un aplauso,
que lo tiene merecido!)

II
No una huerta, todo un mar,
aunque yo no soy Virgilio,
me ha regalado Miguel,
mi mecenas y mi amigo,
con el que quince Congresos
llevo a cuestas compartidos.
Es la mitad de mi alma,
y del cuerpo nada os digo
porque me dobla los años
pero es de acero macizo
y el que le tumbe a este hombre
todavía no ha nacido.
¿Qué hay que trabajar…? Trabaja
en mil quinientos oficios,
codo a codo con el cura,
el alcalde y el vecino,
el militar de academia
y el chusquero a beneficio.
¿Qué hay que pasear…? Camina
de Andrés Vaquero a El Marino,
donde se encuentran su casa
y sus lugares más íntimos.
¿Qué hay que sonreir…? Sonríe
como un caballero antiguo
sin más armadura que
un sombrero y un buen vino.
¿Qué hay que amar…? Ama hasta el borde
de sus fuerzas como un Cristo
que pasara haciendo el bien
entre putas y “jodíos”…
(Perdón, la broma no vale
ni tan siquiera un comino,
pero rima, ¡qué carajo!,
con muy sonoro sonido.
Aplaudan vuesas mercedes
Mientras medito un poquito.
Debo refrenar los versos
y atemperar tales ímpetus).

III
Miguel, llevo tanta vida
siendo ya como tú mismo,
que si me dices que no,
estoy de acuerdo contigo
y si me dices que sí
tú estás de acuerdo conmigo.
¡Somos así los gemelos
mediante Libra paridos!
¡Qué signo más armonioso;
más conjuntado ¡qué signo!;
venerables son los Libra
por ser de Venus…Cupidos.
Recuerda cuando en Zamora
y en Toro, Toro de vino,
tú con tu capa bordada
y yo, cronista novicio,
recitada mi ponencia
sobre Braojos el Chico,
tú exclamaste:”¡Qué grande eres!”
y yo me hice tu discípulo
tras un abrazo más amplio
que el Mar Menor levantino.
Recuerda cuando después
en Calatayud nos vimos
con José Verón Gormaz,
fotógrafo y poetiso,
y con Enrique el decano
y el fiel Presidente “el Chino”,
y en donde Antonio Linage
y Miguel Moreno, ínclitos,
a dúo y de corazón
cantaron a lo divino
evocando el internado
de sus años matutinos
con los frailes regulares
de San Bruno o San Benito.
Allí pediste mi apoyo,
allí compraste un abrigo
de piel a tu amada dama,
no lo olvido, no lo olvido,
pues te sirvió de modelo
la Anita con la que escribo,
sueño, viajo, corro, como
y hasta a veces me la empino.
(Otra vez, por vulgar prisa,
he herido vuestros oídos.
Disculpad, no tengo enmienda,
soy un caso aparte. Sigo)
Luego en Badajoz, Toledo,
Altea y Murcia…,¡mil sitios!,
nos volvimos a encontrar,
yo contigo y tú conmigo,
siempre al lado conversando,
yo acólito, tú mi obispo.
Hasta la fecha, Miguel.
¡Ironías del destino:
un muchacho segoviano
y un señor sanjavierino
unen sus plumas mellizas
en las páginas de un libro!
Y ahora entro y por las bravas
a comentar lo que afirmo.
Pero antes permitidme
que rompa el ritmo del ripio
para pedir nuevo aplauso
al que es rey de este convivio.
¡Adelante, Señorías,
o mejor, Excelentísimos,
que así retengo el romance
desbocado , bebo y río!

IV
Son tus “Comunicaciones”
Miguel, Buen Pastor beatífico,
una blanca comunión
y un pan ácimo eucarístico,
con dadivosa indulgencia
noblemente repartido.
Son tus “Comunicaciones”
un sosiego reflexivo,
una grata compañía
de coloquial recorrido,
sugerente por el tono,
y por los giros, castizo;
documentadas a tope,
con ciertos pasajes líricos,
esmaltadas de valores,
llanas y sin artificios,
colmadas de nombres propios
y de datos exactísimos,
entretenidas y al gusto
de los lectores asiduos,
mesoneras y romanas
a lo Tácito y Lucilio,
distendidas como un lago
suave, profundo y tranquilo,
muy sencillas de entender,
redondas como un anillo
que se enroscara en el curso
del acontecer continuo,
pensadas y redactadas
cual un monje un manuscrito
en la soledad piadosa
de su celda sin un ruido…
y perdurables igual
que una estatua de granito.
Son tus “Comunicaciones”,
Son, de verdad te lo digo,
el monumento más alto
que a un pueblo hubiera erigido
el artista de su historia,
sus triunfos y sus prodigios.
San Javier es todo tuyo,
San Javier eres tú mismo,
sin ti no sería igual,
sin ti no hubiera existido.
(¡Palmas, palmas, que se ahoga
este pobre juglarcito!)

V
Ya hemos llegado al final
del cronicón que os endilgo.
Me fue muy fácil trenzar
los mimbres de los versículos,
flexibles, claros, serenos,
tiernos, jugosos y limpios,
con los que intenté glosar
los méritos susodichos
del compañero Miguel
aquí presente y testigo.
Cuando hay amor todo sale
a flor de piel, lo habéis visto.
¡Que se rellenen las copas
con el champán amarillo!
¡Que se levanten al cielo
como corolas de vidrio
y que desciendan volando
por el tubo digestivo!
En pie, legión de adorables
padres, madres, tías, tíos,
cronistas y no cronistas
en la misma mesa unidos.
Brindemos por don Miguel,
que eso es a lo que vinimos:
“¡Salud, Capitán, Maestro!
-Repetirlo, repetirlo-
¡Salud, Capitán, Maestro…
Ya somos todos…tus hijos!”

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