Mirador de Alguazas

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sábado, 31 de enero de 2009

Que no quede solo el recuerdo

Tras la publicación el pasado jueves de nuestro comentario “Diferencias entre izquierdas y derechas”, nos han llegado diversos correos electrónicos reconociendo esa realidad alguaceña. Como en uno de ellos nuestro comunicante se interesa por el medio y fecha en que apareció dicho artículo, aparte de comunicarle que fue en “Diario 16 de Murcia”, del domingo, 3 de junio de 1990; nos ha parecido oportuno reproducirlo en esta página.

A propósito del IV Centenario de la Independencia de Alguazas
QUE NO QUEDE SÓLO EL RECUERDO
por Luis Lisón Hernández
A lo largo de 1990 la villa de Alguazas irá conmemorando el cuatricentario de diversas efemérides ocurridas en 1590, y que acabaron con el secular señorío y vasallaje a que habían estado sometidos los vecinos durante siglos. Pocos edificios actuales fueron testigos mudos de aquellos hechos, ya que la piqueta y la desidia han ido cercenando los pocos restos que el pueblo guardaba de su pasado. Los yacimientos prehistóricos del Salitre (junto al río Mula) y de la Loma de los Peregrinos fueron destruidos hace tiempo. En cuanto al "Taller de Sílex" del Cabezo de la Zobrina, una urbanización residencial lo destrozó en fechas más recientes.

Los históricos edificios de sendos molinos sobre la Acequia Mayor, uno de ellos medieval, pasaron al recuerdo en los últimos tiempos, pese a que en el del Cabildo, o de Abajo, trabajaron importantísimos artífices como Jerónimo Quijano, Los Hnos. Cabrera, etc.

El palacio dieciochesco de los Barones del Pujol del Planés, aunque muy alterado, aún se mantiene en pie en su conjunto, conteniendo importantes rejerías y el escudo de armas de la familia Ramos, quiénes dieron nombre al Pago de la Almazara, cerca del límite con Ceutí. Pero el de los Marqueses de Casa-Tilly, cuyo primer titular había casado con una alguaceña, tras sucesivas modificaciones y remodelaciones ha dado paso a un nuevo edificio, sin que se haya respetado el escudo de armas que lucía en la fachada, ni que estuviese afectado por la presencia en su inmediato entorno por un monumento de carácter nacional: la Iglesia Parroquial de San Onofre.

El histórico edificio del Concejo, de la primera mitad del siglo XIX, donde en octubre de 1934 se intentó proclamar la República soviética, -aunque el intento tuvo éxito durante sólo unas horas-, también ha sido demolido últimamente. Y no digamos de la Casa parroquial, que «se ha ido» con el entorno ambiental que ocasionaba. A este paso, Alguazas no conservará nada de interés, ni habrá quien la conozca dentro de unos años. Cierto es que se habrán realizado mejoras, y edificios más o menos grandiosos, pero también lo es que las raíces histórico-culturales del pueblo están desapareciendo.

Nos quedan aún, aunque no sabemos por cuanto tiempo, los restos del Castillo-fortaleza de la época medieval, la Iglesia parroquial de la primera mitad del s. XVI (remodelada en el XVII y ampliada en el XVIII), y otro escudo heráldico en la calle Olmeda (el de aquel ministro que se llamó don Gabriel de Olmeda, y que tuvo el detalle de elegir para un título que el rey le concedió, el de Marqués de los Llanos de Alguazas).

En ese contexto celebra Alguazas el IV Centenario de un hecho señalado. Lejos de nuestro ánimo analizar aquí los motivos de aquella decisión, que costó tantísimo dinero durante el siglo y medio que tardó en amortizarse el préstamo conseguido para pagar la exención. Un dinero que pasó por innumerables manos y fue de unas a otras como mala moneda: Bernabé Centurión, Agustín Spínola, Juan Bautista Lomelín, Agustín y Juan Bautista Gentil, Agustín de Grimaldo, Otavio Marín, Hernando Sevilla, Felipe Jorge, Pedro de Yçunço, Vicencio y Domingo Forniel, Juan María Corvari, Alonso de Pina, Alonso de Tenza... Nombres y más nombres que unir a los de aquellos arriesgados alguaceños que iban a Madrid una y otra vez entre infinitas contrariedades, y, a veces, sufriendo prisiones en la Corte y en Ceutí, donde los enviaba el gobernador puesto por el señor jurisdiccional.

Alguaceños que ponían no sólo ilusiones y esfuerzo, sino incluso el bolsillo propio; pues en cierto documento hemos leído, varias décadas después, que un vecino guardaba el Privilegio original concedido por Felipe II, por no haberle pagado aún el Concejo los gastos que con tal ocasión se originaron. Es muy probable que dicho documento nunca lo recuperase el Ayuntamiento.

La escritura con la Hacienda real se firmó el 22 de mayo de 1590, y el Rey la confirmó por una Real provisión dada el 10 de junio siguiente, pero la toma de posesión no se efectuó hasta finales de octubre y principios de noviembre, que fue cuando Hernando Díaz de Aguilar, Juez de Comisión enviado por el monarca para dicho fin, dio posesión a Alguazas de la jurisdicción civil y criminal, el mero y mixto imperio, y los demás bienes y propios del concejo, incluida la Fortaleza de los Abades, en cuyos alrededores había estado el casco urbano hasta 1528, en que una gran avenida del Segura lo destruyó.

La posesión no estuvo exenta de algunos incidentes, sobre todo en los amojonamientos limítrofes con Ceutí y Cotillas. Testimoniales a consecuencia del cambio en el señorío los de Ceutí; mucho más graves ya que afectaban a una buena parte de territorio (Pago de Lerví), que finalmente perdería Alguazas unos años más tarde en beneficio de Cotillas, tras uno de los pleitos mantenidos en la Chancillería granadina.

La posesión que Alguazas tomaba de sí misma, estaba ya un tanto hipotecada. El monarca había concedido a la Iglesia de Cartagena (Obispo y Cabildo), que siguiesen detentando la posesión del horno, molino de harina, molino de arroz y las hierbas del término. Este propio suponía uno de los pocos ingresos limpios que anualmente podía haber tenido el Ayuntamiento, y por ello se luchó denodadamente para tantearlas, pero no pudo ser, y a finales del siglo XVIII aún se pleiteaba al respecto. En cuanto a la hipoteca cargada sobre todas las propiedades, para pagar el préstamo concedido en Mula por el Marqués de los Vélez, pesó tan fuerte que no pudo ser redimida hasta mediado ya el siglo XVIII.

Celébrese ahora la efeméride, pero cuídese también de conservar para las generaciones futuras los pocos restos que nos van quedando del pasado. Si las raíces desaparecen, Alguazas será... otro pueblo cualquiera.

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