Un año más se cumplió la tradición, y la simiente del gusano de la
seda fue bendecida por los PP. franciscanos de Santa Catalina del Monte, en el
atrio de la ermita de San Antonio “el Pobre”.
Un rato antes de las diez de la mañana, del domingo seis de marzo de
2016, llegamos a las instalaciones que la Peña Huertana “La Seda” tiene en el
Carril de la Villa, número, 28 de la localidad de Alberca de las Torres.
A esa hora ya llegaban los primeros romeros, acusando el frío de la
mañana, y entre ellos, el presidente de la entidad Juan Manuel Piñero Marín, que se había echado por los hombros una
típica manta. Ya no la abandonó en casi toda la jornada, que aunque soleada,
era gélida a causa del brioso viento que mecía con fuerza árboles y arbustos.
Los cofrades del Cristo del Perdón, encabezados por Pedro Ignacio Beltrán Riquelme, se afanaban en
preparar el trono sobre el que iba a desfilar la soberana imagen titular. Sin
faltar el tradicional ramo embojado de capullos de seda.
También estaban presentes los estandartes y cofrades de otras
hermandades hermanas, y entre ellas, como es de suponer, la de San Antolín.
La salida, prevista para las diez, se fue demorando sin aparente causa
alguna, y no sería hasta muy próximas las diez y media, cuando se hizo entrega
al “Embajador de la Seda, 2016”, Jesús-Francisco
Pacheco Méndez, concejal de Empleo, Turismo y Cultura, del Ayuntamiento de
Murcia, de los atributos correspondientes, y de las típicas cajitas conteniendo
la preciada simiente, e incluso algunas pequeñas larvas de gusano que ya
bullían inquietas buscando los tiernos y frugales brotes de hoja de morera.
Poco después la comitiva se ponía en marcha, dejándose notar una
caterva de pequeños romeros de ambos sexos, savia nueva y necesaria para el
futuro y porvenir de la Peña.
Por el Carril de la Villa arriba, la comitiva se dirigió hacia el
templo parroquial de Nuestra Señora del Rosario, Patrona del pueblo. Y gozosas,
con sendos ramos de flores que le iban a ofrendar, las madrinas de la entidad, Soledad Martínez Lomba y María Isabel Orenes.
En la puerta de la iglesia esperaba Puri, la esposa de nuestro amigo Diego Moreno Micol, que como camarera de la Virgen sería quien
recogiera los ramos y los depositase sobre el altar del sacrificio.
Consumada la acción, y tras una foto de familia para el recuerdo,
salimos a la calle donde había quedado el trono, y ante el que pequeños y
mayores ofrecieron algunos bailes típicos, a los sones de la rondalla y coros
de la Peña.
Sin más dilaciones, los romeros emprendieron el camino hacia la
sierra, hacia donde nos adelantamos algunas personas para esperarlos. Esta vez
la espera se hizo un poco larga, pues el “pirotécnico” Antonio Aragón tenía mojada la “pólvora”, y le fallaba el mechero
para prenderle fuego.
Ya estaba allí, tempranero y madrugador, el Padre Fray Eugenio Martínez Manjón, Guardián del recoleto convento
franciscano de Santa Catalina del Monte, que sería quien oficiaría la misa.
Con él compartimos amena charla durante la larga espera, en la que nos
relató sus orígenes en tierras de Zamora, un pueblecito en la sierra muy cerca
de Galicia; su traslado con apenas once años a tierras andaluzas, su
pertenencia a la Provincia franciscana de Granada, los diversos encargos y
cometidos que la congregación le fue señalando, la larga estancia en tierras
marroquíes, de la que guarda tan gratos recuerdos, y ahora, su llegada a ese
medieval convento de la sierra, acompañado de otras doce personas, una de las
cuales anda ya por la longeva edad de 90 años.
Por nuestra parte le contamos antecedentes sobre la ceremonia que iba
a protagonizar, y sobre otros hermanos de profesión a los cuales hemos ido
conociendo a lo largo de muchos años, y de nuestras investigaciones.
Se estrenaba este año como romero el popular aventurero murciano Antonio Alpañez Serrano (Murcia, 1965),
sobrino de Pepe Alpañez Mateos “el
Pistolas”, un querido colega de los años del bachillerato. Iba tomando
imágenes para un reportaje, que seguro no tardaremos en ver en alguna emisora
de televisión, o en charlas de las que acostumbra prodigarnos. Compartiendo
tareas con él como fotógrafos, nuestro entrañable Manolo Manzanares, que lleva muchos años haciendo el recorrido y
tomado cientos de imágenes, que no sabemos dónde guardará, y José Antonio Martínez Jiménez.
Eran ya las doce y media cumplidas, cuando el trono hizo su entrada en
el recinto, siendo colocado en el sitio que ocupa tradicionalmente, a uno de
los lados del altar.
Y sin más demora dio comienzo la santa misa, amenizada por la
rondalla y coros de la Peña “La Seda”. Y en presencia de un nutrido grupo de
romeros, que no bajarían de los doscientos, muchos de ellos, seguro estamos,
para deleitarse con el desfile y bailes de los pequeñines.
Al tiempo del ofertorio, una pareja bailó ante el altar, y poco
después, el “Embajador de la Seda”, las madrinas de la Peña, y otras personas,
depositaron sobre el altar la simiente que iba a ser bendecida.
El Padre Eugenio, desgranó la secular oración, aprobada por la
autoridad eclesiástica el 31 de marzo de 1906: «Oh Dios, creador y ordenador de todo, que al crear los animales les
conferiste virtud de propagar su propia especie, dígnate bendecir, fomentar y
multiplicar con tu piedad, como te lo rogamos, esta simiente del gusano de
seda, para que tus santos altares con su producto adornados, y tus fieles
brillantes con el mismo, de todo corazón te glorifiquen como dador de todos los
bienes. Oh Tú, que con el Unigénito tuyo y el Espíritu Santo, vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén».
A continuación dejó caer sobre la simiente, y sobre todos nosotros,
unas gotas de agua bendita. Tomó entonces la palabra Francisco
Javier Nicolás Fructuoso, El Floristero, que
declamó algunas versos de composiciones panochas de Paco “el Niño”, escritas para ocasiones anteriores, pero
adaptándolas en algún momento para la celebración de este año.
Prosiguiendo sin más la Santa Misa hasta su terminación. A cuyo fin se
bailaron diversos bailes típicos de nuestra tierra, tanto por los pequeños,
como por los mayores.
Minutos más tarde, la romería emprendió el camino de regreso a la sede
de la Peña huertana, donde llegaron muy cerca de las tres de la tarde. Allí,
en sus instalaciones, degustamos un sabroso arroz, y otros alimentos, que las
afamadas cocineras de “La Seda” nos habían preparado.
Y hasta el año
que viene, si Dios lo permite.
Luis Lisón Hernández
Cronista Oficial de la
Peña “La Seda”
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